miércoles, 21 de marzo de 2012

Cómo elegir un buen cocinero


La primera vez que visite el mercado modelo en la avenida 28 de Julio mi reacción fue la de cualquier persona que ingresa a un lugar desconocido: desconcierto, limitación, una indecisión enorme. En medio de tantas mesas y muchos comensales lo único que quieres es acertar con un almuerzo modesto. Pero luego de medio año de estar viniendo, en varias ocasiones, a este hogar compartido, se da cuenta uno que ha aprendido algo: En primer lugar, no te guías por el aspecto, ni mucho menos por el olor de los platos de comida que bien ataviados reposan sobre la mesa, puede llevarte a una grave equivocación. Es fundamental ver la cara del cocinero, porque es ese individuo a quién nadie conoce su intimidad quien vuelca todo su humor en tu comida. Así de simple. De él va a depender la comida que te lleves a tu boca. Un ají de gallina amargo, habrá sido un mal comienzo de día; un lomo saltado parco, un conformismo al amanecer, etc. Por eso es que cuando almuerzo en este vetusto mercado palaciego veo defrente a los ojos al señor con delantal abigarrado, su estilo, su forma de hablar y sobretodo su semblante determinarán una tarde con el estómago tranquilo.

lunes, 19 de marzo de 2012

Almuerzo tweet


Cae sobre mi mesa un ingenuo plato de arroz con pollo. Doña Rosita endulza a unos comensales extraviados y desconfiados. ¡Qué tal pierna!, exclamo. El culantro se mete a mi alma a través de mis fosas nasales. Doña Rosita seduce a dos más mientras ocupa la larga mesa donde hace picadillo los ingredientes de un lomo saltado. No me resisto a la provocación exhuberante del plato en manos y cojo la pierna con la mano y la acerco a mis fauces; a mi costado me observa una mujer con los ojos centelleantes: ¡Cuánta elegancia en tu comer! Sonrío y le doy el primer mordisco.