jueves, 24 de febrero de 2011

Hurgar en el pasado


«Estoy harto de hurgar en mi pasado» lo dijo con la voz exangüe, con el aliento tibio de un moribundo. Aunque comenzaba a nacerle entusiasmo por sentirse nuevamente con esa fuerza subterránea que le daban esos momentos de melancolía. «Otra vez, sí otra vez, ¡hagámoslo!» se ordenó apretando sus labios y escurriendo el sudor que le caían en los labios mezclados con lágrimas invisibles.

Salió como un individuo más entre ese tumulto de gente. Entró a un burdel de la calle Torrealva. Rápidamente una mujer lo atajó. El la miró pero no era a lo que buscaba. Siguió adentrándose en ese psicodélico mundo. « ¿Buscas sexo?» escuchó venir desde el umbral de una puerta vetusta, amarillenta. «Estoy escapando» contestó él sin saber quién le hablaba. «Entonces ven conmigo» escuchó decir. Fueron unas palabras cálidas, como las de una vieja amistad que le invitaban pasar. La voz cavernosa, le hacía recordar a la mítica figura de su padre, una voz amigable, un sentimiento de sosiego, el sonido lo llevó a recordar un momento del pasado, aunque borroso, lo hacía sentir bien. En ese momento de vacilación, entre entrar o alejarse, se dio cuenta que se encontraba ebrio, que los dos vasos de whisky habían surtido un efecto irreversible. Se río un momento por encontrarse en esa situación, pero algo extraño lo hizo sentirse avergonzado. «Te acompaño, necesito sublevarme de este infierno» lo dijo casi como un murmuro introspectivo. Al entrar a la habitación alcanzó a ver un color azul que se difuminaba a medida que se adentraba en el cuarto. Un hombre alto como del tamaño del umbral de la puerta lo invitó a sentarse. «No huyas de mí que por más que te empecines en hacerlo siempre estarás en mi búsqueda» fueron las palabras de aquel hombre que se acercaba a él sin que el pudiese moverse.

Pasaron cinco días y no había la menor huella de su paradero. En horas de la tarde, cuando el crepúsculo aparecía, su hijo entre sollozos encontró el cuerpo de su abotagado padre. Su cuerpo hinchado yacía en los pies de un acantilado, terriblemente desfigurado. Nada podía recuperar el tiempo perdido, existen hombres a los que el pasado los atormenta y los terminan por aniquilar.

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