martes, 27 de enero de 2009

'El Sabueso' sin pudor


Pocos amigos son realmente singulares como el viejo sabueso, Pedro Solar. Bordea el metro ochenta (aun encorvado), tiene el cabello largo, ojos tristes y un caminar pausado y taciturno; es calmado al hablar pero ríe sin pudor haciéndose reconocer a metros de distancia; le exaspera la banalidad y frivolidad de cómo se torna el mundo, aunque es devoto de las buenas fiestas. ‘El Sabueso’, como le decimos por su andar aparentemente torpe, su entristecer cotidiano, y su repentino estallido de risa, es una persona ya trastabillada por los años, compartió 4 años a lado de Lorena, y ahora vive solo en una vieja quinta de La Victoria con un perro y algunos pericotes. El sabueso se levanta tarde, al sonido del camión de la basura, enciende la radio y entona melodías ochenteras al tiempo de que saca a la calle la basura compuesta por restos de chifa, verduras, y cascaras de frutas lánguidas. Prende un cigarro, agita su camisa en el aire como dejando en el aire los malos recuerdos de ayer, se cubre el pecho seco y brilloso, y sale a comprar algunas cosas para el almuerzo.

El sabueso es algo desinteresado y espera de la vida lo que ella le pueda dar, no exige demasiado, solo requiere de comida, amigos y algo que no se atreve a aceptar de forma consciente: el regreso de Lorena. Los amigos que tiene son sus amigos porque están con él no porque tenga dinero o abundancia, sino porque simplemente él da un cariño fraterno y desinteresado, como él mismo. No recuerdo otro momento en el que vi a ‘El Sabueso’ tan entregado a ese cariño formidable y desinteresado que cuando vivió con Lorena. Ese cariño tupido y elocuente, sucedió de forma natural y desinteresada, propia de aquellos tiempos en los que vivían juntos; ese cariño fue convirtiendo su extraño hogar en un lugar ameno y confortable, donde ambos fueron perdiendo las intimidades hasta lograr una conexión física y emocional difícilmente quebrantable.

‘El Sabueso’ se separó de Lorena luego de 4 años de amor ininterrumpido, cuando Lorena decidió irse a vivir a Argentina seducida por una oferta de trabajo nada despreciable, que incluía un auto del año y otros beneficios. ‘El Sabueso’ al contrario de entristecer, comprendió que su forma de vivir, sus planes, y su apariencia, no encajaban con el de los de Lorena, así que, rendido y tolerante, le sonrió y le dijo “búscame cuando quieras, aquí voy a estar”.

‘El Sabueso’ tenía la característica de ser idénticamente igual en todas las facetas de su vida: cuando estaba con sus amigos, cuando andaba con Lorena, cuando hablaba de negocios, cuando discutía con la policía, cuando iba a la playa, cuando jugaba con los sobrinos de ‘El keke’; era un tipo lineal y predecible. Pero frente a esa extraña linealidad, yo sé que él extraña a Lorena, sobre todo en las noches de playa y en lo más hondo de su pudor incontenible. El mar era el único espacio cercano e íntimo donde ambos se reconocían uno al otro, caminaban agarrados de la mano enlazados por un viento bajo y sosegado que no los hacía ascender por los aires, sino que los mantenía en el suelo, al ras de la arena, juntos y serenos. Ambos compartieron tantas cosas como las que no estoy enterado, sin embargo una vez Lorena partió, dejando atrás momentos tan reconocibles como la primera vez juntos. Una noche en la casa de playa, ambos cayeron rendidos al aplazamiento más largo de amor que ambos conocían, se sentaron cada uno a un lado de la cama, y se recostaron con parsimonia encima de ella; parecían cansados, pero era un aletargamiento premeditado; entonces se tocaron en la oscuridad, y fue lo que él ahora llama la “etapa del pudor”, ambos luchaban con una fuerza que explotaba dentro suyos, una tensión sofocante que los aprisionaba de pies a cabeza, ese rato escondieron sus impulsos primitivos, los apaciguaron de manera consciente, y dejaron pintados con chispazos risibles de solemnidad aquel encuentro transitorio de éxtasis descomunal. Con el tiempo éste fue adquiriendo un hábito animal y pronto rutinario y libre, a la luz del día, en la ducha, en el sofá, en la escalera, en una reunión, a principios del mes, en el ocaso, quincena, y en navidad; ningún tiempo desperdiciado por el impulso amatorio de apretujarse las entrañas, confesarse las pasiones y amarse sin censura. Aquella etapa de pudor, en la que ambos se cuidaban de que ninguna parte pudenda quedara a la vista del otro, o que algunas ‘solturas’ se hicieran oíbles, fue haciéndose obsoleta en la medida de que el tiempo pasaba; pronto los cabellos revueltos, el aliento severo, la espalda sudorosa, y todas esas menudencias se atrincheraron en un grupo que no merecía mayor escándalo, fueron dejando de lado poco a poco esa sosa etapa. Cuando yo llegaba de visita resultaba cómico y ejemplar cómo ambos habían establecido ese hogar como un espacio con pocas ataduras y prejuicios, era un pequeño hogar sano y libre, divertido y suelto, agitado y risueño, entrañable y criollo, ambos habían encontrado en el otro la familiaridad con la que uno puede decidir vivir para siempre a lado de otra persona. Sin embargo, las cosas se descarrilaron en algún momento, Lorena partió a tierras gauchas, y Pedro, El Sabueso, se quedó aquí; nunca supe porqué decidió quedarse aquí, pero él lo toma tranquilamente, como sabiendo de que ella volverá algún día y él la esperará en el sillón azul, dormitando, en short y con las piernas abiertas (por el calor), como descansa todas las tardes en su vieja casa después del almuerzo: sin pudor.

5 comentarios:

Gittana dijo...

hermoso relato... acaso todavía la espera???? a Lorenna???

soleil dijo...

vaya! como siempre quedo encantada de tus relatos!

Aunque siempre quedo expectante de que paso, o pasara despues de el punto final.

espero que lorena llegue, un dia, aunque sea un dia...

Mariel Ramírez Barrios dijo...

Cuando uno termina de leer una historia con el alma apretada
Cuando cada momento del cuento es reconocido en parte y en todo
cuando el corazòn se estruja por emociones impensadas
el escritor ha logrado su intenciòn primigenia: transmitir,llegar al otro.
No puedo dejar de encontrar un poco de la maravillosa estructura a la que nos acostumbrò Garcìa Màrquez en este relato,sin que llegue algo màs ser màs que una buena influencia,lo cual lo hace mucho màs meritorio.
............
Luego,la traslaciòn indispensable a la realidad de mi YO lector:
El sabueso es un hombre de amor generoso
Lorena una mujer de prioridades cambiadas
o de escasa valentìa para decir que no lo ama,que de verdad no lo amò en el momento de elegir entre el cielo y el auto,el auto.
No es tan asì,la realizaciòn personal muchas veces nos pospuso el amor .....no la juzgo ,y sin embargo,sè que un dìa lo sabrà
sabrà que es tarde
para recuperar lo ùnico que importa al final de la vida
un hombre con un amor tan enorme que te dejò ser libre
un hombre al que no elegiste en una encrucijada
un hombre que ya no està allì,
junto al mar,cuando tu tiempo,el tuyo,el que no pensò en el hueco que le dejò en el alma,te llevò a volver,a buscarlo.
Chapò para vos,amigo mìo.

Patricia dijo...

Que precioso relato amigo! y con lo que me encantan los canes, nos hemos perdido la comunicacion mutuamente no?
ahora regreso para saludarte y esperar por tu visita,
un besote!
Pd. me encanto tu nuevo template,
(no tengo acentos ni la n con rayita je je)

Cathy Pazos dijo...

Muy buen relato, me ha gustado mucho este post

Besitos

:D